Acatlán de Osorio es conocida como la Perla de la Mixteca debido a su importancia regional, además es significativa porque es la joya que vive en nuestros corazones. Como cabeza municipal, existen otros lugares sujetos a ésta: Amatitlán, Mixquitlixco, San Pedro, San Pablo, Llano Grande, Guadalupe, Mixquitepec, Providencia, Limón, etc. Todos pertenecen a la Perla de la Mixteca, todos tienen algo que contar y son tantos los lugares que es difícil mencionarlos a todos, por lo tanto espero no se me ofendan por eso.
En realidad es la mixteca baja, compartida entre Puebla y Oaxaca. Hermoso lugar donde predominan los cerros y algunos de ellos tienen nombre: el cerro de la joya o cerro azul, el cerro campana, el cerro picudo son sólo algunos. El clima es cálido, seco y aunque a veces nos quejamos, en el fondo nos gusta y complace porque es un calor fuerte, como sus habitantes.
Es tierra donde abundan los carrizos. Los mixtecos -quienes le dieron nombre- asentaron una de sus muchas comunidades aquí y obviamente lo notaron. No olvidemos que ellos hablaban náhuatl y las raíces -en esa lengua- son las siguientes: ácatl (carrizo), tlan (lugar de abundancia); por lo tanto simplemente se refirieron a su comunidad como ácatl-tlan, lugar donde abundan los carrizos. Resulta curioso imaginar que pudieron nombrar a su comunidad colotlán ya que colotl (en náhuatl – alacrán) es un bicho que forma parte de nuestra tierra y abunda por temporadas. Sea leyenda o no, los mixtecos fundaron una importante comunidad en esta zona, misma que prosperó y debió haber sido fascinante como todas las comunidades prehispánicas, interesante y quizás bulliciosa como lo son las poblaciones de paso, sobreviviendo al tiempo y a los embates de la historia. Sin embargo corría el año 1711 cuando desgraciadamente un terremoto destruyó lo que alguna vez fue fundada como acatl-tlán, la antigua comunidad mixteca.
Hablar de la historia de Acatlán es interesante. Es historia que no se detuvo ya que un año después del terremoto, se negó a morir. En 1712 se fundó de nuevo nuestra querida localidad por don Idelfonso Navarrete y Mejía, sacerdote de Acatlán. En 1847 debido a su crecimiento, el gobierno del estado la decreta Villa Franca de Acatlán y en 1883 fue erigida a la categoría de ciudad. Acatlán no muere, vive como ciudad. ¿Es pequeña? Sí, pero con un gran pedazo de historia antigua y tan legendaria, que se cuenta que Moctezuma Xocoyotzin II, emperador azteca, enamorado de una princesa acatéca de nombre Teoxóchitl (flor de Dios) la llenó de galanteos y siendo correspondido, nacieron dos hijas de esta unión; sin embargo no solo conquistó a la princesa sino que extendió la conquista a toda la zona, de esa manera nuestra tierra mixteca pasa a formar parte del imperio azteca.
En ese mismo carácter de leyenda se dice que Hernán Cortez -ya como conquistador- a su paso por tierras mixtecas, acompañado de su inseparable compañera Malinche como fiel interprete y trayendo prisionero al emperador Cuauhtémoc, deja un manuscrito en Tehuitzingo, del cual no sé sabe qué paso con él y en Tepexillo -población perteneciente a Petlalcingo- dejó una campana con la imagen de la Virgen María.
Es evidente que Acatlán es un lugar de paso, de hecho siempre lo ha sido y los que la conocemos lo sabemos. Obviamente la época colonial pasó por la mixteca y para el año 1533 toda la zona había sido colonizada por los españoles, colgando al último señor de la zona, Umiyuchi, vencido por la superioridad de las armas españolas.
Acatlán, ya en plena colonia -como tantas otras partes de México- padeció cacicazgos, vivió su propia evangelización con la llegada de la orden de los Dominicos y se construyó el primer templo, mismo que adquirió la jerarquía de parroquia en 1630 por el obispo de Puebla Bernardo Gutiérrez de Quirós. Tal hecho demuestra que nuestra antigua localidad estaba creciendo en importancia. Sin embargo la parroquia y gran parte del antiguo Acatlán encuentran su fin en el terremoto. Los orgullosos acatécos se niegan a aceptar la muerte de su ciudad, la reconstruyen y se inaugura la construcción de la Iglesia en el centro de la localidad, misma que todos conocemos como Iglesia de San Juan Bautista, todo esto un año después del terremoto.
Con el pasar de los años su suelo fue pisado por el mismo José María Morelos, que junto a otros importantes hermanos de armas defensores de la independencia mexicana, motivaron a los acatécos a luchar por la libertad. Durante esa época Vicente Guerrero apoyado por un grupo de voluntarios, participaron en un par de combates, perdiendo el primero, sin embargo ganan el segundo y se cubren de honor.
Y el paso de la historia continúa implacable. Fue durante la segunda intervención francesa cuando el coronel Joaquín Osorio traba combate en estas tierras de Acatlán enfrentando al invasor francés. Desafortunadamente muere, lo hace con honor y es en su memoria que Acatlán se vuelve de Osorio, definiéndose de esta manera y para siempre el nombre de nuestra localidad.
Las participaciones en eventos de trascendencia nacional siguieron sucediendo, y con la aportación acatéca del batallón de infantería “Nacionales de Acatlán” se defiende al país del imperialismo francés. Este heroico batallón participa en el sitio de Puebla, de marzo a mayo de 1863 y guiados por el mayor Florencio Muñoz, luchan hasta que la situación obliga a rendirse al ejército de oriente, que fue una división del ejército mexicano. Sin embargo y a pesar de la rendición, la presencia de Acatlán y sus nacionales pasa a formar parte honorable de la historia del país.
Más adelante, Desideria Díaz se casa con un Acatéco (1844) y al ser hermana de Porfirio Díaz, la visita del personaje era frecuente, primero como hermano y cuidando ganado, después como general, al final como presidente de la nación.
La revolución mexicana pasa, toca y seduce a nuestra tierra. Se cuentan historias y se afirma que el jefe Zapata acampó con sus tropas en las afueras de Acatlán, que la mixteca poblana fue cuna de hombres bragados como el general Jesús Morales “el tuerto” oriundo de Petlalcingo, o don Mucio Bravo mismo al cual la revolución hizo general y cuyo monumento se encuentra en San José Mixquitepec.
Por último y porque es importante mencionarlo, se dice que el General Lázaro Cárdenas, una vez hecho presidente, visitó nuestro querido Acatlán y entregó un trapiche para bienestar colectivo. Existe una legendaria fotografía del mismo personaje, sentado en el suelo y comiendo frijoles en muestra de compañerismo y sencillez.
Es difícil englobar años de acontecimientos en un “par de líneas”, sobre todo si consideramos que la historia de nuestra pequeña ciudad aún no termina de escribirse. Sin embargo seguiremos hablando más de la historia de Acatlán en próximos números.
Para más información:
https://es.wikipedia.org/wiki/Acatl%C3%A1n_de_Osorio
http://www.inafed.gob.mx/work/enciclopedia/EMM21puebla/municipios/21003a.html